Obra sin precedente de Stephen Koch, El fin de la inocencia con escritos sin precedentes
La distorsión de la historia tiene un impacto tan fuerte que puede grabar en nuestras mentes relatos creados por astutos propagandistas. Sin embargo, pocas cosas se comparan al deleite intelectual que provoca sorpresa ante obras como El fin de la inocencia de Stephen Koch.
Con este libro ha sucedido lo mismo que describe Franz Kafka en una carta a su amigo Oskar Pollack: «A mi juicio solo deberíamos leer libros que nos muerdan y nos piquen… Un libro tiene que ser un hacha para clavarla en el mar congelado que hay dentro de nosotros».
La obra concluye que el estalinismo construyó una gran estrategia de propaganda bajo la bandera del antifascismo. Todo con el objetivo de hacer proselitismo del comunismo y ganar la pugna a Adolf Hitler por el relato. El Komintern aprovechó la candidez de los intelectuales occidentales para manipularlos y vendar sus ojos ante las atrocidades de Stalin. Koch especula que, con los datos recabados, la campaña fue un contubernio entre ambos dictadores.
El gran arquitecto del aparato de propaganda fue el comunista alemán Willi Münzenberg, camarada de Lenin, que, como todos los que se arrimaron a Stalin, acabaron mal o peor. Apadrinado por Karl Radek, secretario de la Tercera Internacional Comunista, recibía órdenes directas del Komintern y las ejecutaba a través de sus hombres de confianza. Fundó medios de comunicación para divulgar las consignas antifascistas o se encargó de que gozan de popularidad películas como El acorazado Potemkin de Serguéi Eisenstein.
Intrusión en la vida privada
El nivel de intrusión en la vida privada alcanzado por los influyentes del momento sorprendió a muchos. La maquinaria soviética logró infiltrarse en los círculos más íntimos de figuras como Paul Éluart, Louis Aragon, el laureado Romain Rolland y el guionista de Hollywood Donald Ogden Stewart, reconocido amigo de Ernest Hemingway y John Dos Passos. Esta incursión se realizó a través de sus parejas sentimentales y esposas, conocidas por los servicios secretos como «las damas del Kremlin».
Los vínculos de influencia de Münzenberg se extendieron aún más con la inclusión de Otto Katz. Ambos ganaron la simpatía de destacadas personalidades como Kafka, Bertolt Brecht, Henri Barbusse, H.G. Wells, André Gidé y André Malraux, quien midió en la adquisición de bombarderos para la República española.
En este punto, El fin de la inocencia ofrece un enfoque particularmente intrigante. Koch desvela las artimañas de Stalin en relación con la Guerra Civil española, comprometiéndose a brindar apoyo de manera encubierta. Münzenberg fue encargado de reclutar brigadas de voluntarios y supervisar al Gobierno republicano, en colaboración con el agente y periodista Míjail Koltsov, conocido como Karkov en la obra de Hemingway «Por quién doblan las campanas», y uno de los implicados en la masacre de Paracuellos en 1936.
El Komintern ejerció control sobre el Gobierno español mediante figuras como el ministro de Estado y comisario general de guerra, Julio Álvarez del Vayo, y el de Hacienda, Juan Negrín, quien apartó a Francisco Largo Caballero de la presidencia por sus desavenencias con los soviéticos. Stalin no pretendía gobernar España, sino utilizar el país como pieza estratégica y, de paso, aprovecharse del tesoro público, el oro de Moscú.
Falsedades y las verdades a medias
El fin de la inocencia hace hincapié en la prevalencia de las falsedades y las verdades a medias en la narrativa histórica, resaltando ejemplos como el conocimiento de Dos Passos sobre el asesinato de Andreu Nin por el NKVD o la transformación de dos criminales, Sacco y Vanzetti, en figuras heroicas por parte de Willi Münzemberg, con el objetivo de socavar la democracia liberal estadounidense. Invita a los lectores a sumergirse en sus páginas para descubrir cómo la historia ha sido moldeada por estas distorsiones, influenciando nuestra percepción y juicio.
Con el fin de la inocencia, enfatiza que nadie está exento de la manipulación de la información. En el siglo XVIII, Voltaire abogó por un enfoque empírico en el estudio histórico, libre de presupuestos dogmáticos. A pesar del tiempo transcurrido, esta advertencia sigue siendo relevante, subrayando la importancia de revisitar y actualizar investigaciones como la presente, publicada hace tres décadas.
La reflexión debería ser difundida en instituciones educativas, desde escuelas hasta universidades y los escritores modernos. Todo con el fin de promover cambios en los planes de estudio. Se destaca que la cultura es una herramienta vital para contrarrestar los intentos de manipulación, y el conocimiento histórico riguroso es fundamental para fomentar un pensamiento crítico y una comprensión más completa del pasado.